
Recuerdo que en 2006, cuando se regularon los ETFs en España, pensé que serían una revolución. El hecho de que unos fondos de inversión cotizaran en tiempo real, como acciones, replicando índices o cualquier otro activo, y sobre todo con unas comisiones mucho más baratas que los fondos tradicionales, sonaba muy bien.
Los fondos tradicionales no suelen batir a sus índices de referencia, en parte debido a sus altas comisiones de gestión. Sí que hay algunos fondos de bolsa o bonos que baten regularmente a los índices, pero no suelen ser conocidos o accesibles para el inversor particular. Así que un fondo que se limite a replicar índices de forma pasiva con una comisión reducida es, en la práctica, la mejor alternativa para alguien que quiera invertir en la bolsa o la renta fija en general, y no en valores concretos.
Sin embargo, en España el despegue entre los pequeños inversores ha sido muy lento. Se calcula que un 10% del volumen que mueven los ETFs es realizado por inversores particulares, muy lejos del 50% de Estados Unidos. El otro 90% es realizado por inversores institucionales, que sí están aprovechando sus ventajas, ya que en torno a un 10% de sus posiciones están ahí.
En mi opinión, hay por lo menos cuatro explicaciones de por qué los ETFs no terminan de arrancar como herramienta popular para el pequeño inversor en España.
Son éstas, ordenadas de mayor a menor importancia:
La primera, con mucha diferencia, es que a la banca tradicional no le interesa que sus clientes compren ETFs. Para un banco es mucho más rentable recomendar sus propios fondos de inversión, y de hecho es lo único que ofrecen. Por desgracia, y aunque cada vez menos, la principal fuente de información financiera de los españoles sigue siendo la sucursal bancaria, que le ofrece los productos que le interesan al banco, no al cliente.
Como segundo motivo tenemos el tratamiento fiscal de los ETFs, que tributan como una acción y no como un fondo. Es decir, al venderlos hay que declarar plusvalías o minusvalías, no podemos diferirlas traspasando el dinero de un ETF a otro como hacemos con los fondos de inversión. En 2018 parecía que Hacienda iba a equiparar la fiscalidad de los ETFs cotizados en España con los cotizados en el extranjero, en los que todavía sí es posible ese diferimiento. Sin embargo, se decidió que a partir de 2020 los cotizados en el extranjero también tributarían como acciones.
Riesgo de contrapartida en los ETFs sintéticos. Un ETF tiene dos maneras de replicar un activo o un índice: de forma física, comprando por ejemplo las acciones que componen un índice; o sintética, a través de derivados, generalmente swaps. Los sintéticos son más eficientes, sobre todo cuando hablamos de ETFs sobre acciones, ya que soportan menos comisiones y evitan la retención por pago de dividendos. Sin embargo, a raíz de la crisis de 2008 y en concreto del flash crash del 6 de mayo de 2010, se evidenció que también suponen un riesgo de contrapartida importante, lo que dañó en general la imagen de los ETFs. Durante los años posteriores a la crisis, el dinero fue huyendo de los sintéticos a los físicos, pero recientemente se ha notado una pérdida de miedo en este sentido. Los sintéticos han vuelto a recobrar fuerza debido a que suelen dar mayores rentabilidades por su mayor eficiencia, y a que se han ideado nuevas fórmulas para reducir el riesgo. En cualquier caso, recomiendo los ETFs físicos por su mayor seguridad ante una situación de crisis sistémica.
Por último, la restricción a la hora de comprar ETFs de Estados Unidos. En 2018 entró en vigor la normativa MIFID II, que en su afán de proteger al pequeño inversor en esta ocasión creo que lo perjudicó, al exigir determinados requisitos a los ETFs no europeos. Esta medida ha provocado que el pequeño inversor europeo no pueda comprar los ETFs americanos más populares, teniendo que limitarse a los europeos, que en general tienen menos liquidez, menos variedad y mayores comisiones.
Esta última restricción, así como la fiscalidad, no afecta a los inversores institucionales, que como dije antes sí que están aprovechando cada vez más las ventajas que ofrecen los ETFs.
En cuanto al inversor particular, creo que a pesar de todo debería canalizar a través de ETFs sus inversiones en bolsa y renta fija, donde se ha demostrado que es muy difícil encontrar gestores de fondos que batan a los mercados. Las ventajas de los ETFs en cuanto a rentabilidad (por menores comisiones) y liquidez, superan las desventajas comentadas anteriormente.
Mi recomendación sería limitar la inversión en fondos tradicionales a segmentos en donde realmente la figura del gestor sí aporte valor, como el retorno absoluto, la inversión en acciones estilo market neutral, o la renta fija a vencimiento.