Cosas a tener en cuenta a la hora de invertir en un fondo(I): la volatilidad

Cuando pensamos en comprar un fondo de inversión o cualquier otro activo siempre nos fijamos en la rentabilidad que podríamos obtener, pero solemos pasar por alto otras cuestiones muy importantes, En este artículo te hablaremos de la volatilidad.

En primer lugar, es lógico que un fondo con una alta rentabilidad nos llame la atención, pero pocas veces nos paramos a pensar en el riesgo que se ha asumido para conseguirla.

En ese sentido, la volatilidad es una medida del riesgo, y nos indica cómo de variable ha sido la rentabilidad, es decir, cuántos altibajos ha tenido la evolución del precio.

Pongamos el ejemplo de un activo que durante el último año haya tenido una rentabilidad mensual media del 1%. Si todos los meses hubiese ganado ese 1%, tendría una volatilidad mensual de cero, pero lo normal es que ese activo haya ganado unos meses un 5%, otros un 2%, y otros meses haya perdido un 3% o un 6%.

Pues bien, dependiendo de lo alejadas que estén esas rentabilidades mensuales de la rentabilidad media del 1% diremos que ese activo tiene una volatilidad mayor o menor.

Sin embargo, hay que señalar que volatilidad no es lo mismo que riesgo sino que es, tan sólo, una de las formas de medirlo. En un caso extremo como el que comenté antes de una volatilidad de cero, eso no significa que no exista  riesgo, al fin y al cabo invertir en cualquier activo lo tiene en mayor o menor medida. La volatilidad es, por lo tanto, sólo una de las dimensiones del riesgo, pero es la que más fácilmente tenemos a nuestro alcance, ya que puede calcularse en base a las cotizaciones históricas.

Podríamos decir que la rentabilidad es el resultado final de nuestra inversión, mientras que la volatilidad es el recorrido que ha hecho para llegar hasta allí. Aunque la rentabilidad media acabe siendo la misma, es muy diferente un activo que un mes pueda ganar un 15% y al mes siguiente caer un 10%, que otro que se mantenga todos los meses en torno al 1% de ganancia.

Este concepto de volatilidad es muy importante para un inversor no sólo por la tranquilidad que nos aporta una volatilidad más pequeña, sino porque,  a veces, nuestras actuaciones dependen de ello. Poniendo un ejemplo conocido por todos, alguien que hubiese comprado acciones de Apple a principios de 2009 estaría multiplicando su inversión casi por 20 si las mantuviese ahora, sin contar el efecto divisa. Pero en estos diez años ha habido varios momentos en los que su cotización ha caído entre un 30 y un 45%. Para la mayoría de los inversores es complicado no vender las acciones ante esas caídas.

La volatilidad de la gran mayoría de los fondos depende de la de los mercados en los que invierta. Un fondo de bolsa, por ejemplo, podrá tener volatilidades inferiores al 10% en periodos tranquilos, o superiores al 40% en periodos convulsos.

Una de los puntos fuertes del fondo Anattea Kunié Quant es que los gestores se ocupan específicamente del control de la volatilidad, manteniéndola entre el 3 y el 5%. Esto se consigue gracias a la forma en la que está diseñado el fondo, con múltiples estrategias en diferentes mercados. Si la volatilidad de alguna de ellas cambia, se aumenta o disminuye su peso en cartera para mantener la volatilidad del fondo constante.

Por supuesto, para la misma rentabilidad, un inversor siempre preferirá el activo menos volátil. Por eso nos viene genial un indicador que relacione las dos cosas, como el ratio de Sharpe, del que hablarémos en un siguiente artículo. Este ratio cada vez es más conocido, pero todavía no lo suficiente dada su importancia.